“Dichosa mujer, la que sabe ser fiel al que hacer de implantar la justicia y la paz”.
Con esta frase de la cantautora mexicana, Rosa Martha Zarate, quiero hacer homenaje a tantas mujeres que, con su presencia, testimonio y actuar, son signos de esperanza profética en Guatemala.
En Latinoamérica, Guatemala es uno de los países en donde ser mujer sigue siendo un prejuicio para el sistema patriarcal y androcéntrico, tanto a nivel social, cultural y aún religioso. Sin embargo, son tantas y diversas mujeres que se atreven a desafiar “lo establecido” y rompen cadenas.
He sido testigo de contemplar a la Divina Fuente de la Vida en distintos rostros femeninos. En las luchas sociales y comunitarias, las lideresas que sostienen la resistencias pacíficas por el cuidado de la madre tierra y defensa del territorio. Las que van al frente como profetisas. Animando al pueblo para no caer en las manos del opresor, como doña Licha y Miriam.
Las que buscan la justicia y la paz desde las instancias del Estado, actuando con ética y convicción en su tarea de cada día, como Erika y Leyli, que hoy son perseguidas a causa de denunciar con coraje y coherencia la corrupción que devasta al pueblo.
Contemplo a la Divina Ruah en rostros de mujeres consagradas, que viven su opción de vida con fidelidad, convicción y radicalidad, en un dinamismo extraordinario, fuerza y pasión que las habita, libres y sin prejuicio de gastar hasta las sandalias en la entrega amorosa y solidaria a un pueblo que clama.
Contemplo a la Divina Madre Creadora en las mujeres del barrio, del mercado y la fábrica, con gran fortaleza y sabiduría para enfrentar cada día con esperanza. Mujeres que saben compartir la vida, los dones, el tiempo y la tortilla.
Contemplo a la Divina Sabiduría, en mis hermanas, rostro colorido e intergeneracional, sonrisa y desafío que alimenta la vida y la vocación.
Caminar con estas mujeres en diferentes espacios de misión desde la vida comunitaria, barrios, JPIC de CONFREGUA y Familia Franciscana, ha dado una fuerza increíble a mi ser de mujer y consagrada. Desde esa experiencia, siento la fuerza increíble de todas, de lo bien que nos hacemos las mujeres cuando el sistema opresor no tiene cabida en nosotras y somos capaces de trasmitir fuerza y coraje a todas, porque estamos en unión sororal, en amistad y solidaridad, porque juntas tejemos y gestamos caminos que transforman realidades de muerte en esperanza de vida.
“Bendita sea la mujer que hace opción por la causa del Reino, por la ley del amor".
